El Partido Socialista de Leganés vive una de las etapas más
tranquilas de los últimos años.
Atrás han quedado las disputas entre las familias mayoritarias –enemistadas en lo político y en lo personal- que confrontaban periódicamente toda vez que el aparato llamaba a los suyos primero a las urnas para más tarde elegir sus cargos.
La paz no es real. Todos sabemos que el pacto durará
mientras el poder permita seguir dando de comer a ciertos personajes que han
hecho de la política su modus vivendi. Y en esa calma chicha, hay una variable
que solo unos pocos han sido capaz de controlar: hablamos de los huérfanos de
Izquierda Unida Comunidad de Madrid.
En junio de 2015, el consejo político de Izquierda Unida expulsó
a la federación de Madrid, una decisión que dejaba sin militancia a los 4.800
afiliados que tenía IU en la región (IU-CM). De ellos, 600 pertenecían a la
Asamblea local de Leganés.
Seis centenares al corriente de pago, que quedaron huérfanos
de afiliación, tras varias legislaturas participando activamente en la vida
política local y acostumbrados incluso al paraguas del Gobierno local.
En la legislatura pasada, Rubén Bejarano representaba a
todos ellos y a sus más de 5.000 votantes. Sin embargo, una vez finiquitada la
trayectoria de IU-CM, y tras la fallida candidatura de Actúa en nuestra ciudad,
son muchos los integrantes de esa lista con inquietud política y carentes de
referentes locales.
En este rio revuelto, una de esas familias del PSOE local ha
sabido leer el prospecto para ofrecer la medicina de la ilusión a un nutrido
grupo de miembros de una arraigada entidad local, en otros tiempos activos
militantes de IU Leganés.
Atentos porque 50 nuevos afiliados en el Partido Socialista
de Leganés podrían poner patas arriba el equilibrio de fuerzas y dejar en
minoría a un grupo liderado por un alcalde impasible, sostenido por una
alcaldesa en funciones encantada de conocerse.
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