La coyuntura política en el Ayuntamiento de Leganés ha
alcanzado la histeria colectiva. Los Grupos municipales son incapaces de
discernir el fervor del debate político con las batallas personales, y
trasladan al salón de Plenos –sesión tras sesión- su escaso talante
protagonizando mensualmente un lamentable espectáculo.
Los 27 concejales han secuestrado la democracia leganense
para su uso personal y chabacano. La Roca es un frió callejón del gato, donde
los ediles aparecen reflejados en un espejo que les transforma en puro
esperpento político.
Y claro, el mayor responsable del circo mediático que
provoca tal situación es su alcalde presidente, impotente ante tal dislate. En
ocasiones, incluso parece como si echase gasolina al fuego para acabar el
partido “a puerta cerrada”.
Vaya por delante que no lo tiene nada fácil. Con un equipo
de Gobierno de categoría regional, los
Contragolpes de la oposición que son claramente liderados
por Unión por Leganés (ULEG). El partido de Carlos Delgado tripite la
estrategia política que tan buenos frutos le ha dado en anteriores
legislaturas. Y claro, el gobernante de
turno, enajenado por la maldición de la roca, acaba por hacerle internacional
utilizando armas mitológicas, que se le volverán en contra.
Poco más que añadir en una oposición atomizada, con
Leganemos destrozado y sus concejales (los que se quedan y los expulsados) con
los ojos inyectados en sangre, lo que augura aún más conflictos internos y
personales: “Esto no va a quedar así”, susurran los pasillos de Las Dehesillas.
El Partido Popular sigue a lo suyo, sumido en una
inquietante tibieza en su discurso. Y es que una cosa es la oposición
responsable y otra echar una sabanita a Llorente para que no coja frío.
Nuestra nación tendrá Gobierno del PP en breve, y los
populares leganenses creen que la inercia les colocará en la “pole position” para
las próximas municipales. La estrategia no es mala, pero cuidado porque pueden
morir de aburrimiento.
Con la oposición entregada, las piezas le debieran ir encajando al alcalde de
Leganés para reconducir sus dos últimos años de legislatura y no pasar a la
historia como el regidor que celebraba todos los Plenos a puerta cerrada.
La ciudad está enfadada. Eso es una realidad. Pero aún queda
un resquicio para no sucumbir al desaliento.
Y si no, pues siempre nos quedará el Lega.