El Partido Popular de Leganés vive uno de
los momentos más convulsos desde que asumió el Gobierno local del Ayuntamiento
de Leganés.
El cese del Director General de Recursos Humanos, Diego González
Mansilla, desvelado en este espacio el pasado sábado, ha provocado una
auténtica guerra interna entre el primer edil y sus concejales más próximos.
Y es que González Mansilla era el hombre de
confianza del Primer teniente de alcalde y concejal de Hacienda y Recursos
Humanos, Alejandro Martín Illarregui. Un edil que es, además, Secretario
General del Partido Popular de Leganés, con lo que eso significa a nivel
orgánico.
La decisión unilateral del alcalde Jesús Gómez pilló
por sorpresa (y esto es lo grave) a su Primer teniente de alcalde que encajará
con resignación este croché de derechas aunque deberá asumir lógicamente que su
relación con el Primer edil ha dado un giro de 180 grados.
El despido ha sido, por lo tanto, un
"tiro" al rango más alto del Gobierno local, un aviso a navegantes para todos
aquellos que han osado poner en duda "quién manda aquí".
Jesús Gómez tiene mando en plaza aunque lo
lleve a cabo a base de decretazos, y su puñetazo en la mesa supone además toda
una declaración de intenciones de aquí al inicio del proceso interno para
renovar la cúpula local del Partido Popular.
Ha justificado el cese por la
incapacidad, inoperancia o desobediencia de Mansilla a la hora de ejecutar las
órdenes transmitidas desde alcaldía. Al ya ex director de Recursos Humanos le
trajeron de Alcobendas para solucionar el problema del excesivo gasto que
supone el pago de nóminas de los funcionarios municipales.
Una de las directrices de Gómez en esta
legislatura pasaba por estabilizar una plantilla que según él está "sobredimensionada"
con numerosos funcionarios privilegiados por un complemento específico que se transforma
en nóminas de vértigo en tiempos de crisis... y parece que desde Recursos Humanos
"han pasado" del asunto.
A Jesús Gómez le preocupa cumplir su programa electoral,
presentarse ante la ciudadanía dentro de un par de años con los deberes medio hechos,
y no le va a temblar el pulso si debe quitarse de en medio a todos aquellos que
no remen.
La excusa no es mala, pero todos sabemos que el
trasfondo es interno. Les avancé hace unas semanas que el futuro del alcalde es
y debe ser Leganés, y ahora mismo su fuerza pasa por controlar el partido con
su mejor arma: una administración local de color azul que da de comer a muchos.
Probablemente se haya pasado de frenada y el regidor esté viendo fantasmas donde no los hay, pero los mismos que le han sostenido y jaleado deben ahora tomar nota porque los tiempos han cambiado en este Ejecutivo
para bien o para mal. La broma del triunvirato está muy bien pero firma sólo
hay una, la del jefe.
Les toca a los subalternos agachar las orejas y
esperar momentos mejores porque no está la cosa para rebeliones. El tiempo dirá si esta arriesgada decisión es
efectiva o le sale cara a un Jesús Gómez que ha cambiado de consejeros, con los
celos políticos que eso conlleva.
Por cierto, es probable que caiga alguno más,
así que cuidado con las comanditas y los chismes porque el que se mueva no sale
en la foto.
Cierro con la rueda de prensa de Unión por
Leganés que “reventamos” a primera hora de la mañana vía twitter. Carlos
Delgado vuelve con una de sus ingeniosas propuestas para que se hable de él,
aunque sea bien.
Pedirá en el Pleno municipal de esta semana "un proceso negociador para crear
Gobierno de unidad local en el Ayuntamiento de Leganés". La noticia es y
será noticia pero se queda en eso, en titular.
El PP le pedirá que se sume al Gobierno actual
si quiere cambiar las cosas, mientras PSOE e IU le dirán que si su objetivo es
la moción de censura, que lo diga con la boca. Y es que cuatro, diga lo que
diga Delgado, en política son multitud.